jueves, 24 de septiembre de 2009

Mitos y leyendas sobre el vino Albariño



Cuenta la leyenda que en los tiempos en los que el viejo camino hacia Occidente que marcan las estrellas de lo que llamamos Vía Láctea empezó a llamarse Camino de Santiago, unos monjes bernardos, de Cluny, encargados de cuidar de ese Camino, llevaron consigo a Galicia, al Finis Terrae, unas cepas de sus uvas blancas preferidas.

Las replantaron frente al mar, en el paradisíaco valle del Salnés. Aquellas uvas, según esa leyenda, fueron las que dieron origen a uno de los vinos blancos más importantes del mundo cristiano, del mundo que aprecia el vino: el Albariño. Ahora, los científicos, como siempre empeñados en destrozar las más bellas leyendas, opinan que esto no fue así, y que esas uvas son poco menos que autóctonas.

A mí me da igual. Tengo al Albariño por un vino enorme, grandísimo, y me encantan las leyendas que han surgido en torno a algo tan legendario como el vino. Creo, además, que si eliminamos las leyendas, la Historia sería mucho más aburrida. Fueran quienes fueran los que trajeron las cepas de Albariño a Galicia, monjes cluniacenses o legionarios de Augusto, las consecuencias mil o dos mil años después son extraordinariamente gratificantes.


Caius Apicius, El Confidencial

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