jueves, 28 de octubre de 2010

La alegría de vivir en Beirut (Líbano)


En una visita a Beirut hay que patear La Corniche. Se extiende a lo largo de la costa que bordea la ciudad y está muy transitada al atardecer con la caída del sol. Los propios beirutíes lo tienen como un lugar esencial de su vida, por lo que es común ver a la gente haciendo footing, pescando o tomándose algo en las terrazas y bares que se encuentran allí.
 
Otro lugar digno de ver son las Rocas de las Palomas: uno de los enclaves más bellos de la ciudad. Son unas formaciones rocosas, situadas a pocos metros de la costa, a las que la gente acude para ver la puesta del sol. De aquí nos vamos al Distrito central, que es el centro histórico además de geográfico de la ciudad, aunque también se ha consolidado como núcleo financiero y comercial del país. Fue la parte más dañada durante la guerra, por lo que una cantidad importante de sus monumentos fueron destruidos o seriamente dañados. Todavía se llevan a cabo arduas labores de reconstrucción. Aquí es interesante ver los Baños Romanos, el Gran Serrallo de la época de los otomanos y donde hoy se encuentra el Gobierno del país: la Torre del Reloj y la iglesia de los Capuchinos.
 

jueves, 21 de octubre de 2010

Huaca Rajada, esplendor de la cultura moche (Perú)






Huaca Rajada, los últimos descubrimientos de Perú

La creencia generalizada en la vida después de la muerte de las antiguas civilizaciones creó el enorme patrimonio arqueológico del país andino. Uno de los ejemplos más recientes se sitúa en la plataforma funeraria de Huaca Rajada, junto a la tumba del Señor de Sipán.

José Manuel Noboa, Ocholeguas, El Mundo


Es muy posible que mientras escribo estas líneas se esté produciendo un nuevo descubrimiento arqueológico en el Perú. No es exageración, sólo hay que consultar Internet a diario para comprobar lo que digo. Y eso sin tener en cuenta las excavaciones clandestinas que todas las noches realizan los huaqueros. El patrimonio arqueológico peruano es inmenso y, según las estimaciones de los arqueólogos que actualmente trabajan en las diferentes excavaciones, hasta ahora sólo se ha descubierto un 25% de los que esconde el subsuelo de este país.
La creencia común en la transcendencia, en la vida después de la muerte de todas las antiguas civilizaciones que habitaron esta parte del planeta, creó este enorme patrimonio. A todo el mundo se le enterraba con la totalidad de sus pertenencias para que pudiese utilizarlas en el otro mundo, desde los más pobres con un escueto ajuar funerario de una o dos vasijas de cerámica, hasta los más ricos y poderosos cuyo ajuar funerario constituía un autentico tesoro. Si tenemos en cuenta la elevada población de estas antiguas culturas, con ciudades como Chan-chan que tenía más de 100.000 habitantes cuando París era habitado por unos dos mil o tres mil, es fácil imaginar lo que queda por descubrir.

Piezas de cobre dorado

Nosotros, en Explora Films, hemos participado en dos de los más importantes hallazgos que se han producido en los dos últimos años en Perú. Concretamente, en la plataforma funeraria de Huaca Rajada, junto a la tumba del Señor de Sipán. La tumba 14ª y la 15ª. Es difícil describir la emoción que se siente al presenciar unos descubrimientos de esta importancia en primera fila. Cuando comenzamos la excavación de la tumba 14ª, hacía siete años que no se excavaba nada en Sipán. En pocos días, llegamos a una profundidad de cinco metros. Un pozo realizado por unos huaqueros bajaba paralelo a la tumba.
Todos participamos en una ceremonia en la que se vertió chicha en el fondo de la tumba para pedir a la Pachamama.
Teníamos miedo de que hubiese sido saqueada, pero al final llegamos a la cámara funeraria y comprobamos que estaba intacta. Las marcas de madera desintegrada de las vigas de algarrobo con las que los mochica habían sellado la tumba se encontraban inalteradas. El huaquero no había llegado hasta ellas, se había quedado a unos 20 centímetros. Por el nivel en el que estaba la tumba, el enterramiento era de unos 1.800 años de antigüedad. La excavación la dirigía Luis Chero bajo la tutela del doctor Walter Alva, descubridor de la tumba del Señor de Sipán, el más importante hallazgo arqueológico de las ultimas tres décadas en Perú.
Al final del siguiente día y tras profundizar un metro y medio por debajo de las vigas de algarrobo, afloraron en el fondo de la fosa las primeras piezas de cobre dorado oxidadas, que se hundían en la tumba. El ambiente se electrizó. Anochecía cuando se hizo el silencio. Los dos trabajadores que ahora escarbaban con espátulas y pinceles realizaron un pago a la tierra. Todos participamos en una pequeña ceremonia, en la que se vertió un poco de chicha en el fondo de la tumba para pedir a la Pachamama, la diosa de la tierra, el permiso para seguir excavando. En esta región temen a lo que llaman el Mal de Huaca, el influjo pernicioso de los espíritus que habitan en estas pirámides capaces de provocar la muerte al que osa penetrar en sus secretos.

El ajuar funerario

La excavación prosiguió con el máximo respeto hacia el personaje de la elite moche que íbamos a desenterrar. En los días sucesivos fueron apareciendo las piezas que componían su ajuar funerario: coronas de cobre, oro y plata; emblemas militares; vasijas de cerámica; narigueras de oro; porras de combate... Fueron momentos imposibles de olvidar. Se trataba de un descubrimiento de máxima importancia para el estudio de la cultura moche, que se desarrolló en la costa norte del Perú entre el siglo I a.C. y el VI d.C. El personaje allí enterrado era un poderoso noble identificado por los arqueólogos por su corona en forma de uve como el cuarto personaje de la presentación mochica dibujado en la cerámica. Hasta ese momento no se tenía pruebas de su existencia.
Llegamos hasta el suelo geológico de la pirámide.
Es decir, hasta el primer enterramiento.
Meses después, excavamos la tumba 15ª a 14 metros de profundidad en la misma plataforma. Llegamos hasta el suelo geológico de la pirámide. Es decir, hasta el primer enterramiento. Tras encontrar unas cerámicas en miniatura, apareció una corona de cobre dorado con la cabeza de un búho de turquesa. Todos pensábamos que aquella sería la tumba del primer gobernante, del fundador de la dinastía Sipán. Yo me fui a Chiclayo a comprar unos calefactores para secar el fondo de la tumba, había mucha humedad.
Al volver vi con desilusión que acababa de aparecer la columna vertebral de la osamenta. No había emblemas ni joyas, tan sólo la corona del búho. No era un señor, sino un acompañante adolescente. El personaje principal estaría en uno de los costados. Ahora mismo se esta trabajando en los laterales con la esperanza de encontrar al fundador de la dinastía de estos nobles, cuyas tumbas están consideradas como las más ricas de América.

Ocholeguas

jueves, 7 de octubre de 2010

Viaje a Galicia con humor y con amor


En mi blog personal de Memorias y Confusiones
he escrito con mucho amor y un poco de humor unas reflexiones sobre mi última incursión de Galicia.
Ignoro si puede gustar o servir de ayuda a alguien.
He puesto el tema en tres breves entregas:


Un fenicio en Galicia
Un fenicio en Galicia (2)
Un fenicio en Galicia (3)

martes, 5 de octubre de 2010

Copán Ruinas, en Honduras






En el occidente de Honduras, a 14 kilómetros de Guatemala, Copán Ruinas es una de esas villas armoniosas de calles empedradas, casas de adobe y techos de teja enmarcado en una explosión de verdes intensos. Desde hace años, miles de turistas encuentran en este pueblo, entre las mastodónticas montañas de Honduras, un oasis de cultura antigua y naturaleza soberbia.


Ianire Molero, Ocholeguas, El Mundo


Muchos lo consideran el 'París del mundo Maya en Centroamérica' por la majestuosidad de sus vestigios arqueológicos, albergados a un kilómetro del centro, y nombrados por la UNESCO Patrimonio Arqueológico de la Humanidad en 1980. La explosión de verdes intensos y las hojas de plátano envuelven como una capa salvaje la mirada calma de los viajeros, que descansan en alguno de los cafés de madera que salpican con elegancia la villa, en armonía con los edificios de adobe, teñidos con cal de colores y cubiertos por teja roja.
Emanan de Copán pruebas constantes de que estamos lejos de la bulliciosa capital hondureña. Los locales se cruzan con los forasteros e intercambian frases como si fueran vecinos. O como si una vez pisada Copán Ruinas, ya fuera imposible escapar de esa energía de antigua civilización ancestral que pulveriza el pueblo a unos metros de distancia.
Es imposible escapar de la energía que emana de las ruinas de esta civilización ancestral a sólo unos metros de Copán pueblo
Los grupos de artesanos originarios del valle de Copán se reúnen en una de las arterias principales junto a las tiendas de orfebrería y cerámica lenca, una cultura prehispánica que habitó la región antes incluso de la presencia de los mayas, en 1.500 a.C. Al lado de este tramo de cerámicas mayas y lencas, está la plaza central que tutela el pueblo a través de sus arterias. Igual de concurrida que las calles, la plaza es una escenografía natural de costumbres copanecas: venta de frutas, maíz, chile, ayote y frijol.
También de la plática perenne de sus nativos, que organizan coloquios bajo sus sombreros de junco, los tradicionales de los campesinos hondureños. Sus charlas se mezclan con la vocería del mercado, coloreado con un naranja claro que recuerda al salmón de las ciudades coloniales centroamericanas.

Ancestros en modernidad

Sin embargo, Copán Ruinas, fundado como municipio en 1893, no guarda una herencia sólida de la conquista española. Tampoco sus edificios, construidos durante la primera década del siglo XX. Este territorio no fue un centro de la colonia, que prefirió asentarse en ciudades cercanas como Santa Rosa de Copán, capital del valle, o Antigua, en Guatemala. Por eso, algunas de sus edificaciones principales, como la Iglesia o el Museo de Arqueología, ubicado en la Plaza, no guardan un fuerte legado hispánico.
A pie o en moto taxi, miles de visitantes llegan a esta fuente de información única para el amante de lo precolombino
Muy cerca, los capítulos perdidos de la historia americana hechizan a cualquier viajero curtido. A pie o en moto taxi, miles de visitantes llegan a las ruinas de la antigua ciudad maya, la más artística del imperio y una fuente de información única para el amante de lo precolombino. El verde vehemente sobre el que descansan las construcciones, su amplitud o el silencio interrumpido por los truenos que anuncian tormenta hacen que los recelosos sientan la absorción de este de viaje a solas con la cultura milenaria.
«Parece que en ningún tiempo pudo haber, en tan bárbaro ingenio como tienen los naturales de aquella provincia, edificios de tanta arte y sintuosidad. Es la ribera de un hermoso río y hay montes que parecen haber sido hechos a mano». Fueron las palabras escritas de Diego de Palacios, un inspector de la Corte de España, que en 1576 envió una carta al rey Felipe II para anunciar su tropiezo con los vestigios.

El Parque Arqueológico

Al entrar al parque, en uno de los senderos, aletean mariposas que reencarnan a los guerreros mayas, dicen. Las ruinas de la ciudad se organizan en torno al grupo principal, con la Acrópolis y la Gran Plaza, y dos áreas residenciales, el Bosque y las Sepulturas. En el centro de la Acrópolis está el Templo 16, el monumento más alto de Copán, dedicado a los sacrificios y a la guerra. También a la veneración de los reyes mayas que protagonizaron la secuencia dinástica de la ciudad, iniciada por K´inich Yax K´uk´ Mo´, en 426 d. C. Al sur está el que muchos consideran el monumento más importante, la Escalinata Jeroglífica, por su texto de símbolos que describe la historia de la ciudad.
De regreso al pueblo, si aún no ha anochecido, el viajero puede aprovechar alguno de los senderos montañosos del valle de Copán y pasear a caballo. Puede llegar hasta la Hacienda de San Lucas y pasar allí la noche, un refugio familiar anclado en la montaña y un imprescindible para los holgados de tiempo. Ha sido restaurada recientemente como lo hacían los mayas, con adobe hecho a mano y secado al sol. Se puede, además, disfrutar de una cocina tradicional y visitar cafetales, ruinas más allá del parque o aldeas aledañas que reviven la tradición maya chortí.