viernes, 30 de octubre de 2009

Tetuán, Marruecos, la medina más completa







Dicen los expertos que de todas las medinas históricas que se conservan en el norte de África, aunque no la de mayor tamaño, la más completa y mejor conservada es la de esta discreta ciudad marroquí, encalada de inmaculado blanco, cuyo nombre en lengua bereber significa «el manantial».


Aunque se encuentra a sólo 57 kilómetros de Tánger y a 38 kilómetros de Ceuta, Tetuán, esa pequeña maravilla que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997, sigue de forma casi milagrosa fuera de los grandes circuitos turísticos de Marruecos. Por eso, pasear por las callejuelas de su antigua medina es un curioso viaje en el tiempo donde nada parece haber cambiado desde hace siglos y no es difícil encontrarse con alguien que todavía conserve las llaves de su casa familiar, en algún rincón de España.
La fundación de la ciudad se remonta al siglo VIII, pero ya existía mucho antes, como lo demuestran las cercanas excavaciones de la Tamuda romana e incluso fenicia en los alrededores. Desde muy pronto tuvo relación con esa Hispania que se convertiría en Al-Andalus para ir cambiando de nombres hasta transformarse en una España que la convierte en capital de su protectorado en Marruecos en 1912. Pero no hay que quemar etapas. Enrique III de Castilla ya la había conquistado con la fuerza en el S.XIV y los andaluces, expulsados por los Reyes Católicos primero y por Felipe III después, terminarían dominándola.

La Puerta de los Vientos

No se puede dar un paso todavía sin que algo o alguien nos recuerde que estamos inmersos de alguna forma en una civilización que dejó de existir oficialmente al otro lado del estrecho de Gibraltar a finales del S.XV pero que aquí ha pervivido, casi inalterada, desde entonces. La mejor forma de comprobarlo es atravesar Bab El Rouah o la Puerta de los Vientos tras haber dejado atrás la que todavía casi todos conocen como la plaza del Feddán, hoy rebautizada como de Hassan II, donde se encuentra el actual Palacio Real, antes Consulado de España, sede de al Alto Comisariado del Protectorado y residencia de los gobernadores desde el S.XVII.
Lo primero en lo que hay que fijarse para no perderse por su laberinto de barrios es en el tipo de pavimento que se pisa.
Lo primero en lo que hay que fijarse para no perderse por su laberinto de barrios es en el tipo de pavimento que se pisa. Las calles principales, que llevan a alguna de las siete puertas de la ciudad amurallada, tienen labradas cuatro filas de losas perfectamente visibles. Las demás, según su importancia, tienen tres, dos o sólo una. Se puede comenzar explorando el barrio judío o Mellah que construyeron algunos de los prominentes miembros de esta comunidad procedentes de la Granada de los Nazaríes.
Sólo hay que seguir las calles del Doctor Pulido y de la Luneta en círculo para luego tomarse una pausa en la terraza del Museo de Arte Marroquí, donde se contempla una de las mejores vistas de esta ciudad rodeada de agrestes montañas, a las puertas del Rif. El museo es interesante por su colección de instrumentos musicales que nos llevan a la música andalusí que todavía se puede escuchar en muchos rincones de Tetuán. Ninguna de las 40 mezquitas que siguen dentro de la Medina se puede visitar si no se es musulmán pero vale la pena buscar la Mayor y la de Saidi para ver su fachadas.

Lo más profundo del Rif

Después, hay que preguntar por el zoco El Hots, una plazuela frente a un antiguo fuerte desde donde sale un pasadizo abovedado que desemboca en Guersa el-Kebira, que nos lleva a lo más profundo del Rif, con sus mujeres vestidas con la tufa tradicional de rayas rojas y blancas. No lejos de allí también hay que dedicarle unos minutos a la plaza de la Usáa, que llama la atención por sus casas almenadas y puertas pintadas de colores chillones, rematadas por tejadillos.
Más allá, está el verdadero barrio de los zocos tradicionales donde cada calle sigue estando especializada en un producto determinado, como la ebanistería, el orfebrería o el tejido de chilabas. En el zoco el Foqui, el pan es, en cambio, la estrella. A diferencia de otras medinas como la de Fes o de Marrakech, en Tetuán se puede pasear sin la compañía de un guía. Si se tiene alguna duda, sólo hay que preguntar en español y seguro que alguien muy pronto tiene la respuesta.
Javier Mazorra, Ocho Leguas, El Mundo: Tetuán, siete puertas para un manantial.


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