jueves, 21 de octubre de 2010

Huaca Rajada, esplendor de la cultura moche (Perú)






Huaca Rajada, los últimos descubrimientos de Perú

La creencia generalizada en la vida después de la muerte de las antiguas civilizaciones creó el enorme patrimonio arqueológico del país andino. Uno de los ejemplos más recientes se sitúa en la plataforma funeraria de Huaca Rajada, junto a la tumba del Señor de Sipán.

José Manuel Noboa, Ocholeguas, El Mundo


Es muy posible que mientras escribo estas líneas se esté produciendo un nuevo descubrimiento arqueológico en el Perú. No es exageración, sólo hay que consultar Internet a diario para comprobar lo que digo. Y eso sin tener en cuenta las excavaciones clandestinas que todas las noches realizan los huaqueros. El patrimonio arqueológico peruano es inmenso y, según las estimaciones de los arqueólogos que actualmente trabajan en las diferentes excavaciones, hasta ahora sólo se ha descubierto un 25% de los que esconde el subsuelo de este país.
La creencia común en la transcendencia, en la vida después de la muerte de todas las antiguas civilizaciones que habitaron esta parte del planeta, creó este enorme patrimonio. A todo el mundo se le enterraba con la totalidad de sus pertenencias para que pudiese utilizarlas en el otro mundo, desde los más pobres con un escueto ajuar funerario de una o dos vasijas de cerámica, hasta los más ricos y poderosos cuyo ajuar funerario constituía un autentico tesoro. Si tenemos en cuenta la elevada población de estas antiguas culturas, con ciudades como Chan-chan que tenía más de 100.000 habitantes cuando París era habitado por unos dos mil o tres mil, es fácil imaginar lo que queda por descubrir.

Piezas de cobre dorado

Nosotros, en Explora Films, hemos participado en dos de los más importantes hallazgos que se han producido en los dos últimos años en Perú. Concretamente, en la plataforma funeraria de Huaca Rajada, junto a la tumba del Señor de Sipán. La tumba 14ª y la 15ª. Es difícil describir la emoción que se siente al presenciar unos descubrimientos de esta importancia en primera fila. Cuando comenzamos la excavación de la tumba 14ª, hacía siete años que no se excavaba nada en Sipán. En pocos días, llegamos a una profundidad de cinco metros. Un pozo realizado por unos huaqueros bajaba paralelo a la tumba.
Todos participamos en una ceremonia en la que se vertió chicha en el fondo de la tumba para pedir a la Pachamama.
Teníamos miedo de que hubiese sido saqueada, pero al final llegamos a la cámara funeraria y comprobamos que estaba intacta. Las marcas de madera desintegrada de las vigas de algarrobo con las que los mochica habían sellado la tumba se encontraban inalteradas. El huaquero no había llegado hasta ellas, se había quedado a unos 20 centímetros. Por el nivel en el que estaba la tumba, el enterramiento era de unos 1.800 años de antigüedad. La excavación la dirigía Luis Chero bajo la tutela del doctor Walter Alva, descubridor de la tumba del Señor de Sipán, el más importante hallazgo arqueológico de las ultimas tres décadas en Perú.
Al final del siguiente día y tras profundizar un metro y medio por debajo de las vigas de algarrobo, afloraron en el fondo de la fosa las primeras piezas de cobre dorado oxidadas, que se hundían en la tumba. El ambiente se electrizó. Anochecía cuando se hizo el silencio. Los dos trabajadores que ahora escarbaban con espátulas y pinceles realizaron un pago a la tierra. Todos participamos en una pequeña ceremonia, en la que se vertió un poco de chicha en el fondo de la tumba para pedir a la Pachamama, la diosa de la tierra, el permiso para seguir excavando. En esta región temen a lo que llaman el Mal de Huaca, el influjo pernicioso de los espíritus que habitan en estas pirámides capaces de provocar la muerte al que osa penetrar en sus secretos.

El ajuar funerario

La excavación prosiguió con el máximo respeto hacia el personaje de la elite moche que íbamos a desenterrar. En los días sucesivos fueron apareciendo las piezas que componían su ajuar funerario: coronas de cobre, oro y plata; emblemas militares; vasijas de cerámica; narigueras de oro; porras de combate... Fueron momentos imposibles de olvidar. Se trataba de un descubrimiento de máxima importancia para el estudio de la cultura moche, que se desarrolló en la costa norte del Perú entre el siglo I a.C. y el VI d.C. El personaje allí enterrado era un poderoso noble identificado por los arqueólogos por su corona en forma de uve como el cuarto personaje de la presentación mochica dibujado en la cerámica. Hasta ese momento no se tenía pruebas de su existencia.
Llegamos hasta el suelo geológico de la pirámide.
Es decir, hasta el primer enterramiento.
Meses después, excavamos la tumba 15ª a 14 metros de profundidad en la misma plataforma. Llegamos hasta el suelo geológico de la pirámide. Es decir, hasta el primer enterramiento. Tras encontrar unas cerámicas en miniatura, apareció una corona de cobre dorado con la cabeza de un búho de turquesa. Todos pensábamos que aquella sería la tumba del primer gobernante, del fundador de la dinastía Sipán. Yo me fui a Chiclayo a comprar unos calefactores para secar el fondo de la tumba, había mucha humedad.
Al volver vi con desilusión que acababa de aparecer la columna vertebral de la osamenta. No había emblemas ni joyas, tan sólo la corona del búho. No era un señor, sino un acompañante adolescente. El personaje principal estaría en uno de los costados. Ahora mismo se esta trabajando en los laterales con la esperanza de encontrar al fundador de la dinastía de estos nobles, cuyas tumbas están consideradas como las más ricas de América.

Ocholeguas

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